Por Eduardo Charreau
Investigación del Dr. Juan Carlo Amatucci
El IBYME nace en un momento de incomprensión e intolerancia en la vida político-científica argentina.
El 16 de octubre de 1943, poco antes de mediodía, la radio anunció que el gobierno había resuelto dejar cesantes a los profesores universitarios y demás firmantes de un manifiesto publicado en los diarios del día anterior, en el que se expresaban anhelos de democracia efectiva y solidaridad americana. Pero también es cierto que el IBYME surgió del altruismo y la buena voluntad de gente comprometida con la Argentina.
Alrededor de las tres de la tarde del 18 de octubre, el Profesor Bernardo A. Houssay recibió la visita de dos caballeros que ofrecieron ayuda pecuniaria para que él y su equipo prosiguieran con entera libertad las investigaciones desinteresadas, en vista de que el equipo de investigaciones había quedado privado de trabajo. Creían de esta forma servir al país.
La proposición fue formulada por el Dr. Miguel F. Laphitzondo y el Sr. Pablo F. Perlender en su nombre y en el del Sr. Fernando Capdevielle y el Ing. Carlos Sauberan, todos ellos en memoria de Juan Bautista Sauberan.
Casi simultáneamente, Houssay y sus colaboradores recibieron numerosos ofrecimientos, para ocupar cátedras o posiciones en Uruguay, Chile, Brasil y los Estados Unidos, pero aunque eran tentadores prefirieron la proposición de nuestros compatriotas porque creyeron que era su deber seguir luchando en el país, por su adelanto científico y la formación de investigadores, obra a la cual habían consagrado sus vidas a pesar de constantes dificultades. Testimonio elocuente de ello es la carta que el Dr Houssay le dirige desde Washington a un amigo: "...Nos quieren hacer quedar y hasta ofrecen traer todo el personal de Buenos Aires, si quiero... Los recursos son amplios, la gente amable, ávida para aprender, llena de interés científico. Pero no olvido que mi vida está consagrada a cosas casi imposibles, muchas de las cuales y otras inesperadas han ido llegando. Quiero dedicarme al desarrollo científico del país donde nací, me formé, tengo amigos, nacieron mis hijos, luché, aprendí, enseñé, etc.".
Esta extraordinaria fidelidad y compromiso con la Argentina se hace más admirable si se contempla desde la óptica de las circunstancias del momento, la tensión, angustia e incertidumbre sobre el futuro, en el cual peligraba la tranquilidad personal y familiar.
El 16 de octubre de 1943, poco antes de mediodía, la radio anunció que el gobierno había resuelto dejar cesantes a los profesores universitarios y demás firmantes de un manifiesto publicado en los diarios del día anterior, en el que se expresaban anhelos de democracia efectiva y solidaridad americana. Pero también es cierto que el IBYME surgió del altruismo y la buena voluntad de gente comprometida con la Argentina.
Alrededor de las tres de la tarde del 18 de octubre, el Profesor Bernardo A. Houssay recibió la visita de dos caballeros que ofrecieron ayuda pecuniaria para que él y su equipo prosiguieran con entera libertad las investigaciones desinteresadas, en vista de que el equipo de investigaciones había quedado privado de trabajo. Creían de esta forma servir al país.
La proposición fue formulada por el Dr. Miguel F. Laphitzondo y el Sr. Pablo F. Perlender en su nombre y en el del Sr. Fernando Capdevielle y el Ing. Carlos Sauberan, todos ellos en memoria de Juan Bautista Sauberan.
Casi simultáneamente, Houssay y sus colaboradores recibieron numerosos ofrecimientos, para ocupar cátedras o posiciones en Uruguay, Chile, Brasil y los Estados Unidos, pero aunque eran tentadores prefirieron la proposición de nuestros compatriotas porque creyeron que era su deber seguir luchando en el país, por su adelanto científico y la formación de investigadores, obra a la cual habían consagrado sus vidas a pesar de constantes dificultades. Testimonio elocuente de ello es la carta que el Dr Houssay le dirige desde Washington a un amigo: "...Nos quieren hacer quedar y hasta ofrecen traer todo el personal de Buenos Aires, si quiero... Los recursos son amplios, la gente amable, ávida para aprender, llena de interés científico. Pero no olvido que mi vida está consagrada a cosas casi imposibles, muchas de las cuales y otras inesperadas han ido llegando. Quiero dedicarme al desarrollo científico del país donde nací, me formé, tengo amigos, nacieron mis hijos, luché, aprendí, enseñé, etc.".
Esta extraordinaria fidelidad y compromiso con la Argentina se hace más admirable si se contempla desde la óptica de las circunstancias del momento, la tensión, angustia e incertidumbre sobre el futuro, en el cual peligraba la tranquilidad personal y familiar.
Dr. Bernardo A. Houssay Director: 1944-1970
La primera gran dificultad fue encontrar un lugar adecuado para su establecimiento y les correspondió a los Dres. Braun Menéndez y Foglia esa tarea preliminar.
Si bien las circunstancias eran favorables para adquirir o alquilar una vivienda con las comodidades que se requerían, ya que muchas familias estaban deseosas de reducir sus espaciosas mansiones, tan pronto como se enteraban del posible destino del inmueble, la negociación terminaba. Laboratorio era para la época sinónimo de explosión, y bioterio, ratas y perros, por consiguiente ruidos y olores.
Según contara el Dr. Foglia, quien más sufrió la ansiedad provocada por este forzoso período de espera fue la esposa de Houssay, doña María Angélica Catán, que veía a su esposo abatido por no poder continuar con su trabajo experimental y les suplicó que encontraran urgente un lugar para laboratorio como única alternativa terapéutica.
Finalmente, lo tan anhelado se concretó en una casona de Costa Rica 4185. El garaje situado en la esquina y separado de la casa por un jardín cubierto de arbustos y árboles se transformó en bioterio central. En el piso superior nacieron tres laboratorios; en el central el comedor se transformó en biblioteca y sala de lectura y hubo espacio suficiente para otros tres laboratorios y dos escritorios. En el sótano, la cocina fue laboratorio de histología y lamentablemente la bodega, bioterio secundario.
Rápidamente comenzaron a recibirse donaciones de profesores universitarios, ciudadanos, empresarios, Fundaciones y Laboratorios Farmacéuticos con amplia generosidad. Con los fondos adquiridos se compraron equipamiento, instrumentos y reactivos. La biblioteca se inició con los libros y publicaciones de los fundadores que vieron rápidamente completarse con donaciones realizadas por los fisiólogos Cannon, Evans, Fulton y Wiggeers quienes junto a otros organizaron en Estados Unidos el Committee on the Houssay Journal Fund, con el que se pagaron suscripciones de 18 revistas por cinco años y se adquirieron numerosos libros.
El trabajo mayor se había completado y el Instituto de Biología y Medicina Experimental comenzaba a funcionar regular y oficialmente el 14 de marzo de 1944, sólo cuatro meses después de haber decidido su creación; integrado inicialmente por los doctores Bernardo A. Houssay, Juan T. Lewis, Oscar Orías, Eduardo Braun Menéndez y Virgilio G. Foglia luego se incorporaron Carlos Martínez, Roberto Pinto, José G. Sara, E. Moisset de Espanés y Dora Potick.
Miembros del IBYME en 1945
Con guardapolvo blanco, de izquierda a derecha:
1ra. fila: E. Braun Menéndez, O. Orias, B.A. Houssay, J.T. Lewis; 2da. fila: G. Sara, C. Martínez, R. M. Pinto, V. G. Foglia; 3ra. fila: A. Bernárdez
Nuestro especial agradecimiento a todos ellos.
Seguramente el año 1947 dejó marcas imborrables en aquellos que trabajaban en el Instituto.
Permítanme suponer que la vida transcurría quizá en ritmo provinciano, siguiendo una plácida rutina diaria, cuando repentinamente ocurrió el sobresalto de una noticia fantástica. Houssay había sido distinguido con el premio Nobel de Fisiología por sus contribuciones al conocimiento de la influencia de la hipófisis en el metabolismo de los hidratos de carbono. La prensa de la época dio escasa divulgación a esta noticia y por curiosidad quise informarme cómo había sido registrado en las memorias del IBYME este acontecimiento, que no sólo era una distinción sobresaliente como tributo a su carrera científica sino que también constituía un honor para la Argentina, que por primera vez en su historia obtenía tan importante premio en Ciencias.
Con enorme sorpresa transcribo la única mención que se refiere a tal acontecimiento: "Los miembros del Instituto han recibido distinciones significativas entre las que figuran el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1947 acordado al Dr. Bernardo A. Houssay".
El 23 de septiembre de 1949, el Superior Gobierno Nacional por decreto 23.551, reconoce a nuestro Instituto como Fundación con persona jurídica de existencia posible que tiene por principal objetivo el bien común. La medida tiene efecto retroactivo al 14 de marzo de 1944, día de la creación original. El primer triunvirato directivo estuvo integrado por Bernardo Houssay, Eduardo Braun Menéndez y Virgilio Foglia.
Hasta 1955 el personal científico técnico y auxiliar fue subvencionado con fondos privados, pero a partir de entonces y en forma progresiva, los fondos fueron aportados por la Universidad de Buenos Aires que lo reconoce en 1959 como Instituto de Investigaciones de su competencia al designar al Dr Bernardo A. Houssay Profesor de Investigaciones en Fisiología, dependiente primeramente del Rectorado y posteriormente en 1973 de la Facultad de Medicina. En este año, establece asociaciones legales con el CONICET del que depende casi totalmente desde hace 38 años.
Las necesidades de espacio fueron apremiantes y el local no resultó suficiente para el crecimiento de la Institución. En 1959, el Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública proporcionó un edificio más amplio en la calle Vuelta de Obligado 2490 y gracias a un subsidio del Gobierno Nacional e innumerables donaciones privadas se logró terminar de arreglar las instalaciones. Allí funcionamos desde entonces.
Su posición en el colegiado Directivo fue ocupada por Luis F. Leloir.
Houssay continuó en la dirección del Instituto hasta aproximadamente un año antes de su fallecimiento en 1971, convencido de que los científicos tienen patria y por ella deben trabajar. Desarrolló investigación científica donde no existía, probando la falsedad de los prejuicios que declaraban la imposibilidad de investigar donde las dificultades económicas parecían insuperables. Durante ese año, ocuparon la dirección interina Luis Federico Leloir y Virgilio Foglia, quien asume la dirección efectiva el 22 de septiembre de 1971. El 15 de enero de 1973, la doctora Julia V. M. Uranga es incorporada al triunvirato directivo.
La década del ochenta encontró nuevamente al Instituto limitado en espacios y presionado por una generación de jóvenes que crecían, acompañando al conocimiento del siglo. Fue entonces cuando el CONICET y la cooperación efectiva de un nuevo comité de Ayuda coordinado por el Dr. Jorge Blaquier, por entonces investigador de Instituto y artífice de lo logrado, y la invalorable colaboración de los señores Federico Amadeo, Fredy Cameo, Sergio Enaudi, Mario Piñeiro, Oscar Puiggrós y Mario Vazquez, hicieron posible la ampliación edilicia inaugurada en 1983.
No sólo los avatares políticos influyeron en la historia del IBYME. Una madrugada de enero de 1985, la fuerza incontenible del agua, como consecuencia de un temporal, arrasó con instalaciones, equipamiento y protocolos de gran parte del IBYME.
Motivados por la adversidad y herederos de un pasado de esfuerzos, los miembros del Instituto reconstruyeron lo dañado y continuaron trabajando con el entusiasmo de siempre quizá aunque en forma inconsciente para que sea verdad el postulado de los fundadores "La mejor manera de convencer a los demás es predicar con el ejemplo".
El fallecimiento del Dr. Luis Federico Leloir en 1987 y el crecimiento del Instituto, ocasionaron la necesidad de aumentar el número de miembros de la Comisión Administradora. Esto trajo como resultado la presentación ante la Dirección General de Personas Jurídicas, de una Reforma de Estatutos. Desde entonces y mientras se resolvía dicho pedido, colaboraron con la administración juntamente con el Dr. Virgilio Foglia y la Dra. Julia Uranga, los Dres. Alberto Baldi, Jorge Blaquier, Ricardo Calandra, Eduardo Charreau, Alejandro De Nicola, Enrique Segura, Alicia Roldán, Enrique del Castillo y Marta Tesone.
Dr. Eduardo H. Charreau Director: 1993-2002 / 2008-2010
El 7 de agosto de 1991 Eduardo Charreau es designado por los doctores Foglia y Uranga para integrar la terna administradora, ocupando el lugar dejado por el doctor Leloir. A la renuncia de la Dra. Julia Uranga en 1992, el Dr. Alejandro F. De Nicola completa el colegiado.
El 15 de julio de 1993 falleció el Dr. Virgilio G. Foglia. Con su desaparición, la ciencia argentina perdía a uno de sus firmes propulsores durante más de medio siglo y al último miembro fundador del Instituto de Biología y Medicina Experimental. Su carácter amable, su entusiasmo, su incansable dedicación al trabajo (concurrió al Instituto hasta el último día previo a su desaparición desarrollando la actividad diaria con su habitual dinamismo), le valieron el aprecio de todos los que acompañamos su gestión. Con su partida se cierra un capítulo brillante de la Ciencia Argentina.
Eduardo Charreau asume la posición de presidente de la Fundación Instituto de Biología y Medicina Experimental y de Director ante el CONICET del Instituto de Biología y Medicina Experimental de doble dependencia Fundación IBYME-CONICET. El Dr. Alejandro F. De Nicola ejerce la vice-Dirección y el Dr. Alberto Baldi se incorpora como miembro permanente del Colegiado Directivo, incorporándose como miembros transitorios los Dres. José Lino Barañao, Damasia Becú y Juan Carlos Calvo, posiciones previstas en la modificación estatutaria aprobada el 4 de septiembre de 1992.
La posibilidad de favorecer la participación institucionalizada del sector científico tecnológico en el asesoramiento al sector productivo de bienes y servicios, sean públicos o privados, en la selección y adaptación de tecnologías disponibles y en la transferencia de los resultados de la investigación, propulsó la solicitud para la aprobación de la Fundación Instituto de Biología y Medicina Experimental como Unidad de Vinculación Tecnológica (UVT), otorgada por la resolución 314 del 12 de junio de 1993, de la entonces Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Fue la primer UVT registrada al amparo de la ley de Transferencia de Tecnología.
En la subsecuente renovación de autoridades que tuvo lugar el 20 de diciembre de1996 los Dres. Juan Carlos Calvo, Carlos Libertun y Ricardo Calandra fueron electos como vocales.
En virtud de la designación del Dr. Eduardo Charreau en el cargo de Presidente del Directorio del CONICET (decreto Nº 255/2002 del 8 de febrero de 2002), pasó a desempeñarse como presidente interino de la Fundación y vicedirector a cargo del Instituto el Dr. Alejandro F. De Nicola, acompañado por los Dres. Alberto Baldi, Juan Carlos Calvo, Claudia Lanari y Damasia Becú.
El 15 de julio de 1993 falleció el Dr. Virgilio G. Foglia. Con su desaparición, la ciencia argentina perdía a uno de sus firmes propulsores durante más de medio siglo y al último miembro fundador del Instituto de Biología y Medicina Experimental. Su carácter amable, su entusiasmo, su incansable dedicación al trabajo (concurrió al Instituto hasta el último día previo a su desaparición desarrollando la actividad diaria con su habitual dinamismo), le valieron el aprecio de todos los que acompañamos su gestión. Con su partida se cierra un capítulo brillante de la Ciencia Argentina.
Eduardo Charreau asume la posición de presidente de la Fundación Instituto de Biología y Medicina Experimental y de Director ante el CONICET del Instituto de Biología y Medicina Experimental de doble dependencia Fundación IBYME-CONICET. El Dr. Alejandro F. De Nicola ejerce la vice-Dirección y el Dr. Alberto Baldi se incorpora como miembro permanente del Colegiado Directivo, incorporándose como miembros transitorios los Dres. José Lino Barañao, Damasia Becú y Juan Carlos Calvo, posiciones previstas en la modificación estatutaria aprobada el 4 de septiembre de 1992.
La posibilidad de favorecer la participación institucionalizada del sector científico tecnológico en el asesoramiento al sector productivo de bienes y servicios, sean públicos o privados, en la selección y adaptación de tecnologías disponibles y en la transferencia de los resultados de la investigación, propulsó la solicitud para la aprobación de la Fundación Instituto de Biología y Medicina Experimental como Unidad de Vinculación Tecnológica (UVT), otorgada por la resolución 314 del 12 de junio de 1993, de la entonces Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Fue la primer UVT registrada al amparo de la ley de Transferencia de Tecnología.
En la subsecuente renovación de autoridades que tuvo lugar el 20 de diciembre de1996 los Dres. Juan Carlos Calvo, Carlos Libertun y Ricardo Calandra fueron electos como vocales.
En virtud de la designación del Dr. Eduardo Charreau en el cargo de Presidente del Directorio del CONICET (decreto Nº 255/2002 del 8 de febrero de 2002), pasó a desempeñarse como presidente interino de la Fundación y vicedirector a cargo del Instituto el Dr. Alejandro F. De Nicola, acompañado por los Dres. Alberto Baldi, Juan Carlos Calvo, Claudia Lanari y Damasia Becú.
En las elecciones de fines de 2004 la Dra. Patricia Cuasnicú reemplazó al Dr. Juan Carlos Calvo y en 2006 Victoria Lux reemplaza a Claudia Lanari, en 2008 Juan Carlos Calvo sustituye a la Dra. Victoria Lux.
Con motivo de la finalización de la designación de Presidente del CONICET, el 8 de abril de 2008 el Dr. Eduardo H. Charreau reasume la dirección del Instituto y el Dr. De Nicola la vicedirección.
Con el alejamiento del Dr. Eduardo Charreau de la dirección del IBYME, el CONICET junto con la fundación IBYME, mediante concurso, designa a la Dra. Damasia Becú Directora en 2010.
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