Introducción
Es hora de aplicar el principio de precaución. El principio de precaución es, según Wikipedia, "una estrategia para abordar los problemas de daño potencial cuando se carece de un amplio conocimiento científico sobre el tema". La evidencia basada en la eficacia y la aceptabilidad de los diferentes tipos de mascarillas para prevenir las infecciones respiratorias durante las epidemias es escasa y controvertida.
COVID-19 es una enfermedad grave que actualmente no tiene tratamiento o vacuna conocida y se está propagando en una población inmunológicamente susceptible. Las muertes aumentan abruptamente y los sistemas de salud están bajo presión.
Esto plantea una pregunta ética: ¿deberían los encargados de formular políticas aplicar el principio de precaución ahora y alentar a las personas a usar máscaras faciales o barbijos alegando que tenemos poco que perder y potencialmente algo que ganar con esta medida? Creemos que deberían hacerlo.
Evidencia y pautas
La medicina basada en la evidencia tiende a enfocarse predominantemente en la validez interna (si los estudios de investigación primarios se hicieron "correctamente") utilizando herramientas para evaluar el riesgo de sesgo y la adecuación del análisis estadístico.
La validez externa se relaciona con una pregunta diferente: si los hallazgos de estudios primarios realizados en una población diferente con una enfermedad o estado de riesgo diferente son relevantes para la población y situación actual. Argumentamos que debería haber un mayor enfoque en la validez externa en la evaluación de máscaras.
Una búsqueda rápida de la literatura sobre el uso de barbijos por parte del público en general durante epidemias o pandemias (E. Toomey) encontró cinco revisiones sistemáticas revisadas por pares:
1. Una "revisión vacía" publicada el 27 de marzo de 2020, es decir, una revisión que no muestra ensayos aleatorios de barbijos hasta el momento durante la pandemia de COVID-19.
2. Una revisión sistemática 2020 que compara los barbijos quirúrgicos estándar y las máscaras respiratorias, que incluyeron un único ensayo pequeño de 2009 de máscaras respiratorias, barbijos estándar y ningún barbijo entre el público en general durante una epidemia de gripe en Australia. Ese ensayo, mostró un beneficio de los barbijos en lugar de las máscaras, pero no el beneficio de las máscaras respiratorias sobre los barbijos estándar.
3. Una revisión Cochrane de 2011 que cubre intervenciones físicas e incluye 67 estudios (muchos de mala calidad), en los que el principal estudio relevante fue el ensayo de 2009 descrito anteriormente.
4. Una revisión sistemática de 2010 de barbijos en epidemias de influenza, que incluyó barbijos quirúrgicos estándar y máscaras respiratorias y encontró cierta eficacia de las máscaras si las usan personas con síntomas respiratorios pero no si las usan personas asintomáticas.
5. Una revisión sistemática de 2007 y una deliberación de panel de expertos, que reconoció las dificultades para interpretar la evidencia y declaró: "Con la excepción de alguna evidencia del SARS, no encontramos ningún dato publicado que respalde directamente el uso de barbijos por parte del público". La evidencia no se expuso en el documento (por lo que los autores suponen que fue una opinión de expertos).
Desde entonces se han publicado otras dos revisiones sistemáticas como preimpresiones. Xiao y sus colegas revisaron las medidas no farmacéuticas para la prevención de la influenza. Identificaron 10 ensayos controlados aleatorios publicados entre 1946 y 2018 que probaron la eficacia de los barbijos (incluidos los barbijos quirúrgicos estándar y los de papel producidos comercialmente y diseñadas para el público) para prevenir la influenza confirmada por laboratorio.
Un metanálisis agrupado no encontró una reducción significativa en la transmisión de la influenza. También identificaron siete estudios realizados en hogares; cuatro proporcionaron barbijos para todos los miembros del hogar, uno solo para el miembro enfermo y dos solo para contactos del hogar. Ninguno mostró una reducción significativa en la influenza confirmada por laboratorio en el brazo de la máscara facial. Los autores concluyeron: "los ensayos controlados aleatorios no respaldaron un efecto sustancial en la transmisión de la influenza confirmada por laboratorio".
Una preimpresión de una revisión sistemática publicada el 6 de abril de 2020 examinó si el uso de barbijo u otra barrera (gafas, escudo, velo) previene la transmisión de enfermedades respiratorias como coronavirus, rinovirus, tuberculosis o influenza. Identificó 31 estudios elegibles, incluidos 12 ensayos controlados aleatorios. Los autores encontraron que, en general, el uso de barbijos tanto en general como por parte de miembros infectados dentro de los hogares parecía producir reducciones pequeñas pero estadísticamente no significativas en las tasas de infección.
Los autores concluyeron que "la evidencia no es lo suficientemente sólida como para respaldar el uso generalizado de barbijos como medida de protección contra COVID -19" y recomendaron más ensayos controlados aleatorios de alta calidad.
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